El ladrillo es aislante de temperatura y humedad, y es muy duradero. En términos estéticos, tiene una identidad muy fuerte, lo que dota al espacio de mucho carácter.
Pero como todo necesita de cuidado y limpieza para potenciar estas ventajas.
La limpieza se soluciona fácilmente: jabón blanco o un poco de detergente, escobillón o cepillo y fuerza son suficientes para quitarle la tierra acumulada. Si querés, agregale un par de cucharadas de bicarbonato para que la limpieza sea más profunda. No uses productos abrasivos ni ácidos para no dañarlo.
Ahora, si detectas que hay musgo u hongos, agregale un poco de lavandina para quitarlos.
Acordate que las manchas blancas que aparecen en los ladrillos se llaman eflorescencia y también se pueden sacar.
Y en todo momento ¡usá guantes y máscara!
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